Puede que la famosa estatua del oso y el madroño, obra del escultor Navarro Santafé, lleve en la Puerta del Sol desde sólo 1967. Pero para una gran parte de los madrileños que hoy paseamos por sus calles, éste es un símbolo perenne que sabemos indisolublemente asociado a nuestros primeros años de vida. El Madrid de 1973 se parece muy poco al de hoy en día. Pero, al igual que ahora, lo poblaban gentes con una vida llena de esperanzas. El franquismo tocaba a su fin, y cuando yo llevaba poco más de 30 horas en este mundo un grupo terrorista se encargó de borrar de la faz de la tierra al llamado sucesor del caudillo, Carrero Blanco. El Madrid, la España de entonces soñaba con una libertad que vendría poco tiempo después. En 1982 una joven pareja de políticos, Felipe González y Alfonso Guerra, tomarían las riendas del país para llevarle a través de una vertiginosa transformación económica, moral, social y política. Los españoles que crecieron en el nacionalcatolicismo se veían de pronto libres, y la mojigatería de un país atrasado daría paso a una sociedad vibrante y con ansias de futuro. Las autonomías, el divorcio, el derecho al aborto, los lentos pero continuos avances en igualdad, la calle crecientemente multicultural y diversa, la ley de dependencia, el matrimonio homosexual. Parece mentira cuánto hemos cambiado en los últimos 30 años, como siempre, a pesar de los de siempre. El signo de estos tiempos, el eclecticismo, como diría alguno que yo me sé; y porque es difícil definir cualquier época, me quedo con una imagen que evoca en mí los recuerdos de cuanto fui y quise ser, para que no se me olvide a dónde quiero llegar en estos tiempos de tanta duda.
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1 comentario:
Me encanta lo que has escrito Nacho! es imposible no mirarlo cuando uno pasa por Sol! aunque yo me siento algo perdida ahora con su cambio de lugar.
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