miércoles, 2 de enero de 2008

Cuanto más conozco a la Iglesia, más quiero a mi gato

Se habla mucho estos días del enésimo y rabioso ataque de la Jerarquía eclesiástica al Gobierno de Rodríguez Zapatero. Entre las declaraciones con que los prebostes nacionalcatólicos se despacharon (y muy a gusto) hace unos días, encontramos críticas por supuestas "persecuciones" a la familia que van nada más y nada menos que "contra la Constitución de 1978" y "conducen a la disolución de la democracia" (Agustín García-Gasco, arzobispo de Valencia), además de suponer "un paso atrás respecto a la Declaración de los Derechos Humanos" (Rouco Varela, arzobispo de Madrid). Sencillamente vergonzoso.
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No es que sea nada nuevo escuchar tales palabras de fuentes tan fundamentalistas; a fin de cuentas la COPE lleva soltando éstas y otras patrañas a diario desde hace varios años y uno ha perdido ya la capacidad de sorprenderse con tales exabruptos... Pero no deja de ser necesario denunciarlo públicamente.
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Primero, porque es rotundamente falso que la familia sea objeto de ningún ataque. Lo que la Iglesia Católica es manifiestamente incapaz de entender es que su concepto de familia, al igual que sus valores y prioridades morales, éticas y religiosas, son exclusivamente suyas, y que por mucho que sea la confesión mayoritaria en España eso no les da derecho a imponer su visión (sectaria y partidista, como no podía ser de otra manera) sobre el conjunto de la ciudadanía española. La Conferencia Episcopal es muy libre de disentir con el Gobierno de turno (eso sí es propio de una democracia), pero hace mucho que dejaron de ser quién para imponer su "particular visión del mundo" sobre absolutamente nadie. Y si ellos están en contra del matrimonio homosexual, del divorcio, del aborto, del uso del preservativo hasta para evitar el SIDA, de la investigación con células madre para curar enfermedades y de Educación para la Ciudadanía, es su problema. No el mío ni el de muchos de sus creyentes (que yo no lo soy).
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Segundo, porque es abiertamente hipócrita atacar ahora el divorcio o el aborto, cuando ambas leyes son las mismas desde el inicio de la democracia y nadie les oyó alzar la voz durante los ocho años de gobierno del PP, para quien no dudan nunca en hacer campaña.
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Tercero: si por algo se caracterizan muchas de las leyes aprobadas esta legislatura es por extender los Derechos Humanos, no por limitarlos. La ley del Matrimonio Homosexual, que "iba a acabar con la familia tradicional", no ha causado al final ninguno de los cataclismos anunciados. Y es que si yo soy heterosexual y creyente, no voy a dejar de casarme por la iglesia y como toda la vida únicamente porque mi vecino gay pueda ahora casarse y disponga de mis mismos derechos (los cuales, por cierto, no se han visto atacados ni mermados porque dicho vecino disponga ahora de más).
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Cuarto. Ya lo dice el refranero español: "cría cuervos y te sacarán los ojos". El Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero no ha sido, ni de lejos, perjudicial para los intereses de la Iglesia. De hecho, y a mi juicio, si algo se le puede criticar al Ejecutivo socialista es precisamente la falta de firmeza a la hora de revisar las relaciones Iglesia-Estado y tomar decisiones que recorten los injustificables privilegios de los que aún goza la Iglesia Católica en este país, sin paralelismos en ninguno otro de Europa. Sigue sin revisarse el Concordato de 1979 y la religión continúa en nuestras escuelas. No se ha establecido un marco legal que regule la eutanasia (a pesar de que figuraba en el programa electoral de 2004) ni se ha ampliado la Ley del aborto (algo que espero suceda pronto), y hasta se negociaron los contenidos de Educación para la Ciudadanía con la FERE. Con lo que mi segundo deseo de año nuevo (el primero, lo reconozco, lo gasté para mí y mis cositas) es que pongamos por fin a la Iglesia en su sitio, que no es sino hacer LO JUSTO en un país laico y aconfesional como el nuestro. No creo que se pueda pedir menos.
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Cuanto más conozco a la Iglesia, más quiero a mi gato. Me dan ganas, de verdad, de iniciar mi particular cruzada y apostatar, o intentarlo, que seguro me tengo que meter con tribunales de por medio para conseguirlo. Aún resuenan en la memoria colectiva las declaraciones del ya tristemente famoso Bernardo Álvarez, obispo de Tenerife, que hace unos días declaró al diario La Opinión que "la homosexualidad y la pederastia son conductas igualmente condenables" y que algunos menores no sólo consienten los abusos sexuales, sino que LOS DESEAN. Palabras que sí son un verdadero insulto a la dignidad, a la inteligencia y a los DERECHOS HUMANOS.

Palabras que la Conferencia Episcopal no ha querido condenar.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo a mi perro. La viñeta es una pasada. Un abrazo.

Anónimo dijo...

Amén.
Un beso.
PD.- Y yo a los míos (gatos), a los 3.

Anónimo dijo...

Yo nunca les diria a los obispos que son unos perros, que mal han hecho los animalillos. Además, mi perro es muy buena persona.