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Esta pasada madrugada explotaba una furgoneta bomba frente a la Casa Cuartel de Legutiano, en la provincia de Álava. A consecuencia del mismo falleció el guardia civil Juan Manuel Piñuel Villalón, melillense, casado y con un hijo. Llevaba tan solo dos meses en el País Vasco, adonde se había trasladado desde Málaga para acumular méritos que le permitieran volver a su lugar de origen.
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¿Y qué podemos decir? Una familia más ha sido destrozada por esta sinrazón, por el ataque cobarde de una secta de descerebrados y fascistas a quienes nada les importa la voluntad democrática del pueblo (vasco y español). Un muerto más, un hijo que crecerá sin la presencia de su padre, una mujer que no encontrará consuelo posible. Una familia que no tendrá suficientes lágrimas para llorar, amigos que sorprendidos y desolados serán incapaces de comprender las razones por las que su amigo no estará más junto a ellos. Un pueblo indignado que ha visto su dignidad violada una vez más, una sociedad, un país que sigue y seguirá firme ante los violentos, porque por encima de todas las diferencias nadie, ni vascos ni españoles, está dispuesto a ceder ante una vulgar mafia de asesinos y sinvergüenzas.
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Por más víctimas que caigan, ETA debe saber que nunca logrará abatir el estado de derecho y que tienen "su lucha" perdida de antemano. Nunca ganarán, y mientras tanto envenenan la vida de todos, ellos incluidos, buscando enemigos que sólo sus mentes enfermizas pueden ver.
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