domingo, 28 de marzo de 2010

El signo de los tiempos

¡De Madrid...!, originalmente cargada por Nacho Meneses.
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Puede que la famosa estatua del oso y el madroño, obra del escultor Navarro Santafé, lleve en la Puerta del Sol desde sólo 1967. Pero para una gran parte de los madrileños que hoy paseamos por sus calles,  éste es un símbolo perenne que sabemos indisolublemente asociado a nuestros primeros años de vida. El Madrid de 1973 se parece muy poco al de hoy en día. Pero, al igual que ahora, lo poblaban gentes con una vida llena de esperanzas. El franquismo tocaba a su fin, y cuando yo llevaba poco más de 30 horas en este mundo un grupo terrorista se encargó de borrar de la faz de la tierra al llamado sucesor del caudillo, Carrero Blanco. El Madrid, la España de entonces soñaba con una libertad que vendría poco tiempo después. En 1982 una joven pareja de políticos, Felipe González y Alfonso Guerra, tomarían las riendas del país para llevarle a través de una vertiginosa transformación económica, moral, social y política. Los españoles que crecieron en el nacionalcatolicismo se veían de pronto libres, y la mojigatería de un país atrasado daría paso a una sociedad vibrante y con ansias de futuro. Las autonomías, el divorcio, el derecho al aborto, los lentos pero continuos avances en igualdad, la calle crecientemente multicultural y diversa, la ley de dependencia, el matrimonio homosexual. Parece mentira cuánto hemos cambiado en los últimos 30 años, como siempre, a pesar de los de siempre. El signo de estos tiempos, el eclecticismo, como diría alguno que yo me sé; y porque es difícil definir cualquier época, me quedo con una imagen que evoca en mí los recuerdos de cuanto fui y quise ser, para que no se me olvide a dónde quiero llegar en estos tiempos de tanta duda.
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viernes, 26 de marzo de 2010

"Garzóngate", o cómo la justicia da cada vez más asco en este país

El diario El País, como la mayoría de rotativas hoy, se hace eco del nuevo episodio vivido en el esperpéntico espectáculo que nos ofrece la devaluadísima justicia española, con el acoso al juez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón. El Tribunal Supremo, a través de un auto dictado por el juez ultraconservador Adolfo Prego, patrono de honor de la fundación ultraderechista Defensa de la Nación Española, decidió ayer no estimar el recurso de Garzón en el proceso abierto contra él por un presunto delito de prevaricación, al osar declararse competente para investigar los crímenes del franquismo. Fuentes del Supremo señalaron que Prego y sus jueces afines, los mismos que aceptaron también las querellas de Manos Limpias y Falange Española, se disponen a ser también los que eventualmente juzguen al juez de la Audiencia Nacional.

Lo que empezó como una excentricidad más de las minoritarias asociaciones ultraderechistas y fascistas españolas, escocidas por la iniciativa de Baltasar Garzón, se ha convertido en motivo de vergüenza y escarnio dentro y fuera de nuestras fronteras. Hablamos de un juez comprometido en la lucha contra el narcotráfico, el terrorismo y los crímenes contra la humanidad, iniciativas que le han hecho una figura seguida y admirada internacionalmente. Alguien que en cambio sólo ha recibido zancadillas del sistema judicial español y que ahora está siendo preparado para un linchamiento público, a manos de sus "compañeros" y de aquellos a quienes Garzón se ha atrevido a investigar.

Vergonzoso es el simple hecho de que se admitieran a trámite las querellas contra Garzón por esa presunta prevaricación. El argumento, que Garzón habría violado conscientemente la Ley de Amnistía de 1977 al investigar los crímenes franquistas. Razonamiento que se desmonta rápidamente cuando se observa que los crímenes que Garzón investiga pueden ser considerados crímenes contra la humanidad, que no pueden ser amnistiados -por lo que la ley del 77 no sería válida-. Igualmente inválidas resultaron en Argentina las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, que intentaron perdonar los crímenes de la dictadura militar en aquel país.

Y no sólo eso. El triple frente al que se enfrenta Garzón incluye también a aquellos que han sido investigados por el juez de la Audiencia Nacional. La anulación de las escuchas telefónicas a los encausados en la Trama Gurtel es el ejemplo más claro de cómo las leyes pueden retorcerse, reinterpretarse y prostituirse para servir a los intereses más abyectos y despreciables. Con tal de que caiga Baltasar Garzón, el demonio, no importa dejar fuera de la cárcel a los chorizos, a los ladrones y a los impresentables. A fin de cuentas, son de la misma cuerda, se enriquecen mutuamente, y en esos círculos hay que cubrirse bien la espalda.

El tercer vértice de este triángulo de perversión ética y jurídica lo componen los supuestos cobros que habría recibido Garzón de la Universidad de Nueva York durante su estancia en los Estados Unidos, algo que la propia universidad ya ha negado. Pero da igual, todo vale. Me pregunto qué fe se supone que debemos tener en nuestro sistema judicial cuando vemos día sí, día también ladrones, especuladores y corruptos copar los titulares de los periódicos, acumular acusaciones, leer sobre pruebas y escuchas... Para que luego se vayan a casa tan tranquilos. Qué asco.
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martes, 23 de marzo de 2010

Obama saca adelante la reforma sanitaria... Incompleta, pero histórica

Diplomacia, capacidad negociadora, carisma... Pero sobre todo y ante todo, la visión y la perseverancia de un hombre, Barack Obama, han sido fundamentales para sacar adelante la reforma del sistema de salud estadounidense -su gran apuesta electoral-. Una reforma que, sin llegar a ser universal -no olvidemos que deja fuera a por lo menos 15 millones de inmigrantes irregulares-, supone un avance histórico en la sociedad del individualismo y el capitalismo salvaje. Cuatro presidentes lo habían intentado anteriormente: Truman (1945-53), Lyndon B. Johnson (1963-69), el republicano Richard Nixon (1968-74) y Bill Clinton (1993-2001). Ninguno pudo superar las dificultades. Nadie, salvo este hombre que parece marcado por el destino.

No quiero parecer mesiánico en lo que respeta al actual inquilino de la Casa Blanca. Algunas de las cosas que ha hecho (o dejado de hacer) son y serán criticables. E incluso dentro de esta reforma sanitaria que se dispone a firmar en las próximas horas, la resistencia de parte de sus propias filas le ha obligado a renunciar a algunos puntos clave incluídos en el documento original: la creación de un seguro público opcional (public option) al estilo europeo quedó descartada hace tiempo, y ayer mismo un grupo de congresistas demócratas antiabortistas, liderados por Bart Stupak, consiguió arrancar un acuerdo según el cual no se usarán fondos federales para practicar abortos.
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Debemos recordar que estamos hablando de los Estados Unidos y no de Europa, donde los estándares de justicia social y las conquistas del Estado de Bienestar son radicalmente diferentes. Hablamos de un país donde el individualismo y la meritocracia son parte sagrada de su propio carácter: si no llegas lejos, se entiende que es responsabilidad exclusivamente tuya; cualquier intromisión por parte del Gobierno es mirada con un recelo extremo. De otra manera sería imposible entender la fiera resistencia republicana a una reforma sanitaria que permitirá a 30 millones de estadounidenses tener un seguro médico del que hasta ahora carecían, y terminará con los abusos por parte de las aseguradoras. A fecha de hoy, por ejemplo, una compañía puede negarse a cubrir a una persona si viene ya con alguna enfermedad (pre-existing conditions) que consideren demasiado onerosa de cubrir, o cancelar tu seguro si sufres una enfermedad de larga duración que les cueste demasiado dinero. Como suena. Cosas de ser born in the USA...

No todos los aspectos de la reforma entrarán inmediatamente en vigor. Las partes más relevantes, como las subvenciones a los ciudadanos con menores recursos y las obligaciones de las aseguradoras para aceptar a todos los enfermos, deberán esperar a 2014. Si queréis tener una idea más precisa, os recomiendo este artículo publicado hoy en EL PAÍS.

En definitiva, una ley que marcará la vida de millones de ciudadanos estadounidenses, y que además abre la puerta a otras reformas de calado como la migratoria, la educativa o la energética.

Un saludo, people :-)
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domingo, 21 de marzo de 2010

Sueños de bambú entre arrozales

Las luces se atenúan en el pequeño escenario circular del Circo Price. Se hace el silencio. A un lado y sentados discretamente en el suelo, los músicos toman de la mano al público expectante y lo transportan con suavidad dentro de la escena, por una noche espectadores privilegiados en el corazón mismo de Vietnam.

"Lang Toi". Mi pueblo. Como en un breve sueño poblado de cañas de bambú, luces, penumbras y acrobacias imposibles, la compañía que dirige Le Tuan Anh es capaz de recrear la ilusión de la vida en un poblado, compartiendo con nosotros exóticos retazos de Vietnam y su cultura popular. Una escenografía sobria y alejada de efectismos que sin embargo es capaz de fabricar una magia caprichosa y diferente, donde la música tradicional y la danza se entremezclan armoniosamente con un delicadísimo lenguaje circense.

A lo largo de poco má de una hora somos partícipes de su vida cotidiana, de sus costumbres y tradiciones. Con ellos navegamos por el río, nos levantamos al amanecer para trabajar en los arrozales y sentimos la inmensidad y la exhuberancia de su jungla. Somos también testigos de los cantos que amenizan sus labores, asistimos a sus rezos y nos emocionamos con la sencillez de sus juegos y de sus esperanzas, las de un pueblo acostumbrado a sufrir que recupera la alegría y mira con optimismo al futuro.

"Lang Toi" surge del encuentro en Vietnam del prestigioso malabarista Le Tuan Anh con los hermanos Lan y Nhat Nguyen, que regresan a su patria después de una larga estancia en Francia. La conjugación de ambas trayectorias creativas crea esta mezcla única de tradición oriental y occidental, un regalo de plasticidad y fantasía que comparte en cierta manera la inspiración de espectáculos como Le Cirque du Soleil y que he tenido la fortuna de vivir en estos últimos días de representación en la carpa del Teatro Circo Price.

viernes, 19 de marzo de 2010

Sobre tradiciones salvajes

Se despachó a gusto el torero Enrique Ponce cuando ayer, a raíz del polémico debate sobre la prohibición de las corridas en Cataluña, sostuvo que “la bravura del toro bravo impide que sufra”. Algo que, según él, sucede por ser un animal genéticamente preparado para la lidia en una plaza de toros, y por tanto con mucha menor capacidad de sufrimiento. Lo que vendría a ser como decir -salvando las obvias distancias- que los pobres están genéticamente preparados para pasarlas putas y malvivir con cuatro perras. En cualquier caso, una soberana tontería.

Algo debemos reconocerle al señor Ponce: ciertamente éste es un debate politizado. Aunque dudo que la Iniciativa Legislativa Popular que llevó este asunto al Parlament tuviera como móvil un enfrentamiento identitario con Madrid, es innegable que ha adquirido un tinte diferente con intervenciones populistas al albur de los vientos del oportunismo político, como es el caso de Esperanza Aguirre declarando las corridas de toros un “bien de interés cultural” en la Comunidad de Madrid. En Barcelona, el President Montilla echaba balones fuera recordando que ni él ni su partido se oponen a las corridas de toros. ¿Sinceridad o reacción alérgico-preventiva ante una posible pérdida de votos?

No puede negarse que el toreo forma parte de nuestro bagaje histórico, lingüístico y cultural. Pero tampoco olvidar que las corridas de toros suponen un espectáculo de maltrato y tortura gratuita de un animal, en nombre de una mal entendida “tradición” vinculada con el carácter patrio. Como otras fiestas populares que adornan, o adornaban, el verano de muchos pueblos de España: el toro de la Vega de Tordesillas (Valladolid), la cabra que solía arrojarse desde un campanario en un pueblo de Zamora o el entretenido espectáculo de Lekeitio (Vizcaya), donde los paisanos se divertían rompiéndoles el cuello a los gansos. Sin olvidar las Islas Canarias, donde no se torea pero siguen encontrando divertidas, por ejemplo, las peleas de gallos.

Si de tradiciones ancestrales se trata, también lo eran los privilegios de castas o la sumisión absoluta de la mujer al hombre. Vestigios de épocas menos cultas y avanzadas que la nuestra, donde la sensibilización social y una mayor formación humanística han hecho posible dejar atrás costumbres tan incivilizadas como la que nos ocupa. Quizá sea también cuestión de esperar, pero de momento salga desde esta tribuna nuestra más absoluta condena.