La banda terrorista ETA trató ayer, una vez más, matar en nombre de la barbarie y la sinrazón fascista que les mueve. Su objetivo, probablemente Gabriel Ginés, escolta del concejal socialista Juan Carlos Domingo y militante del PP, que afortunadamente salió con "sólo" quemaduras de segundo y tercer grado. El procedimiento utilizado fue el de una bomba-lapa ubicada bajo el asiento trasero derecho, lo que podría ser señal de que el objetivo no era el escolta sino el edil socialista. El hecho de que Juan Carlos Domingo se encontrara fuera de Euskadi, de vacaciones, hace pensar que los terroristas son muy inexpertos y poseían información incorrecta.
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Da lo mismo quién fuera el objetivo. El escolta militante del PP o el concejal socialista. Da igual el color político porque ante el uso de la fuerza no cabe sino el rechazo más claro y directo. Así lo entienden los principales líderes políticos, incluyendo a Ibarretxe y (sorprendentemente) a Rajoy. Pero por lo visto eso no es aplicable al portavoz popular en el Senado, Agustín Conde, que ha aprovechado esta ocasión para acusar al PSOE de "haber abierto un proceso con quienes pasan por encima de la vida de los demás". Tampoco la iluminada de las peras y las manzanas, Ana Botella, comulga con la unidad de los demócratas, pues quiso acusar al PSOE de haber reforzado a ETA, que "está más fuerte que hace tres años".
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Qué pena, por favor. Después de un atentado, la prioridad de estos "demócratas" sigue siendo la de hacer política con el terrorismo. Quizá debieran de entender que hay cosas con las que no se debería trivializar, y sí, ellos trivializan con esto. Quizá debieran explicarles a ambos que es incoherente y rematadamente estúpido acusar al Ejecutivo de ZP de haber "iniciado un proceso", porque su única intención (puede que demasiado optimista) era la de acabar con el terrorismo. Un intento legítimo que ya abarcó el PP a finales de los 90. Con, dicho sea de paso, muchísimas más "cesiones" del Estado ante ETA. Acercamientos y liberaciones incluidas. Y a la concejal madrileña, que la recuerden los 46 asesinatos de ETA entre 2000 y 2004, cuando su marido era presidente del Gobierno. Y que no diga tantas barrabasadas.
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